Adolescentes

El término "adolescente" tomado en su etimología (del latín adulescens, participio presente del verbo adolescere, crecer) remite al crecimiento. El/la adolescente es el/la "creciente".

La adolescencia, como etapa de transición entre la niñez y la edad adulta, está marcada por pérdidas, carencias, inmadurez. Por un lado la pérdida del ser niño, de sus seguridades, de sus prerrogativas, del cuerpo infantil, de una determinada relación con los padres y los pares. Y simultáneamente, la búsqueda, exploración y construcción de una nueva identidad, de nuevas formas de los lazos sociales más allá de lo familiar, de una nueva relación al cuerpo que se transforma y resulta extraño, que convierten a este momento en un "tiempo de espera". No se es niño ni se es adulto, puede sufrirse entonces cierta incertidumbre y también variadas contradicciones.

Son varios los factores que plantean al psiquismo adolescente un esfuerzo de trabajo y transformación: principalmente la sexualidad que irrumpe y junto con ella trae nuevas inquietudes e interrogantes acerca del encuentro con los otros, con el propio cuerpo, la imagen del cuerpo y la identidad sexual.

Son muy frecuentes las manifestaciones como trastornos de la alimentación, excesos, así como problemas de comunicación con los adultos y/o con sus pares.

También se presentan dificultades para aceptar la autoridad, intentos de transgredirla, producto del cuestionamiento de los ideales y modelos familiares, de los que el adolescente intenta diferenciarse. Hasta este momento la identidad estaba sostenida fundamentalmente por la familia; ahora en cambio, va a ser modelada y puesta a prueba en el lazo social. Lo que se juega en este tiempo de la vida es la reconstrucción de la identidad, donde el adolescente se enfrenta con lo que dejó de ser y se pregunta entonces quién es, quién quiere ser. Los vínculos sociales cobran protagonismo: los grupos de amigos, las tribus urbanas, incluso los medios de comunicación y redes sociales, proveen modelos de identificación y lugares de pertenencia que son muchas veces inestables o fuentes de conflicto, generan angustia y ansiedad.

A causa de todos estos cambios a los que el adolescente debe poder responder, son muy frecuentes los sentimientos de soledad y tristeza. Contar con un espacio donde hablar, más allá de los familiares y de los amigos, puede ser de gran ayuda.

La cuestión del futuro y la elección vocacional también pueden ser causas de preocupación, desconcierto y ansiedad.

La preocupación de los padres acerca de cómo acompañar sin interferir el crecimiento puede ser un motivo de consulta con un profesional que pueda orientar.

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